QUE HAGAN LO QUE QUIERAN, ¡PERO A LOS NIÑOS NO LOS METAN!
La familia ha sido y será siempre, el principal pilar de esta sociedad trémula y en plena madurez ideológica. Es el lugar donde sus miembros nacen, aprenden, se educan y desarrollan. Es refugio, orgullo y alegría de todos sus miembros. Mediante el matrimonio, se logra esta consolidación esencial del fundamento natural de la existencia. Lo dijo Melchor Ocampo en su epístola referente a este: “El matrimonio es el único medio moral de fundar la familia, de conservar la especie y suplir las imperfecciones del individuo”., Sin embargo, los tiempos cambian. Con ello, también estilos de vida y algunos por tratarse de algo no visto antes por el ojo imperfecto humano, se vuelven el foco de atención de toda la sociedad, y pueden llegar a convertirse en motivo de burla, injurias e inclusive de una descontrolada y atroz discriminación. El matrimonio gay y sus derechos como ciudadanos. Como seres humanos con imperfecciones y aptos para conformar algo a lo que todos tenemos derecho, UNA FAMILIA.
De la idea anterior surgen entonces, estos matrimonios cuya “imperfección HUMANA“ como lo dice Melchor Ocampo, podría ser precisamente, no contar con la completa aprobación de la sociedad. Se trata de matrimonios en donde ambas personas, son del mismo sexo, tan solo eso, “Familias homoparentales” Sin embargo este aspecto ha despertado muchas polémicas en el contexto político-religioso de nuestra época actual. Durante años, el machismo y la gran influencia de la religión en todos los ámbitos sociales, vieron y repudiaron a este pequeño sector de la población, como una plaga digna del exterminio. La aberración y el descontento por parte de los conservadores ha llevado al constante acoso de estos. Situación que al salirse de control ha ocasionado también, miles de muertes a lo largo de nuestra historia.
Tener hijos no lo convierte a uno en padre, del mismo modo en que tener un piano no nos vuelve pianistas. Bajo este fundamento, se debate la posibilidad que tienen o no, las parejas homosexuales de adoptar una vez consumado el matrimonio. Lo que perfilaría el ciclo terminado, en la vuelta de la ruleta que finaliza con la felicidad, estratificada en la unión, la fundación y consolidación de una familia. Respecto al tema en un reportaje publicado por la versión digitalizada del diario EL PAIS. Se mencionan los posibles escenarios y las graves consecuencias que significarían para los infantes, el tener padres, cuya aceptación por parte de la sociedad es nula.
En 2002 un estudio de la Academia Americana de Pediatría, de Estados Unidos, concluyó que "los niños que crecen con uno o dos padres homosexuales se desempeñan emocional, cognitiva, social y sexualmente, tan bien como los niños cuyos padres son heterosexuales". No obstante, El Catedrático de Psicopatología de la Universidad Complutense, Aquilino Polaino Lorente afirma en un trabajo, que los niños que se crían con padres homosexuales, sí crecen con diferencias en muchos sentidos con respecto de aquellos que son criados por familias heterosexuales. Estos en muchas ocasiones deben lidiar con los prejuicios opresores de sus padres. Dijo también que al igual que en el caso de las familias mono parentales, con el tiempo la capacidad de los menores a la adaptación de un estilo de vida distinto es asombrosa.
En cualquier caso, si se habla de lo que es justo o no, podríamos mencionar a Sócrates cuando nos hace un énfasis en que lo justo, se conceptualiza de forma sencilla, pues lo justo es darle a cada quien lo que le toca. Y lo difícil no es saber lo que es justo para cada quien, sino en que punto, el individuo, el ciudadano, el ser humano deja de serlo al perder sus derechos y su naturaleza pragmática de tener acceso a la felicidad, de tener un sabor más nítido de lo que solo la familia te puede otorgar. Actualmente 65.500 Es la cantidad de niños son adoptados por parejas homosexuales que viven en Estados Unidos, según cifras de 2007. Una cifra que nos muestra como lo que en algún tiempo era descabellada hoy, está logrando ser una realidad dignificante a la hora de concebir el respeto a los derechos de todos y cada uno de los ciudadanos de estos países.
La postura de este ensayo, no pretende aprobar, las adopciones de matrimonios gay. Sin embargo, si hace énfasis, en que en materia de discusión y de debate legislativo, deben existir argumentos más convincentes y que no se vean afectados por corrientes ideológicas ni juicios de índole moral. Pese a la diametral posición de las leyes, las personas, aun criminalizan este acto. Algunos respetan y ciertamente aceptan a los matrimonios gay, pues creen que cada quien puede hacer con su vida lo que le plazca. Pero cuando la palabra adopción sale a relucir en este mismo tema, la gran mayoría asevera que , aunque respeten, no logran concebir que un pequeño inocente viva con padres homosexuales, pues lo ven como algo que afecta los derechos del niño, y creen que estos no tienen la culpa de nada, de lo que acontece en el contexto social vigente. Lo que se resume en la siguiente reacción casi generalizada.
QUE HAGAN LO QUE QUIERAN ¡PERO A LOS NIÑOS NO LOS METAN!
Ser feliz y permitir la felicidad. A final de cuentas, no se trata de religión, ni de sexo, mucho menos de preceptos culturales. Se trata de una concientización acerca de que, efectivamente existen los límites. Y de ahí que nos limitemos únicamente a preguntarnos, ¿Todos tenemos derecho a la felicidad? ¿Tenemos derecho a tener una familia? De ser así ¿quien dice que no hemos errado en nuestra respuesta durante años?
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